T-Dex: El central que sobrevivió a sí mismo
- Chas McCholas

- 16 oct
- 3 Min. de lectura
Entre mitos, rumores y anécdotas que parecían condenadas al olvido, emerge la figura de T-Dex para estrenar una nueva sección: Garchoides Origins.
Para muchos, definiríamos a T-Dex como el central imperial que sostiene la zaga garchuda a día de hoy con una mezcla de contundencia y serenidad. Pero antes de los focos, antes del color diarrea de Garchoides, existió un hombre distinto, un tipo que sobrevivió a sí mismo.
Su historia no empieza en Garchoides, sino en un equipo menor de Europa Central, donde el talento le rebosaba por las botas pero el entorno le jugaba en contra. “En aquella época me sobraba toque y me faltaba cabeza”, llegó a afirmar en una entrevista improvisada con un compañero de oficio. Se le veía con pinta de artista incomprendido, más preocupado por la jugada de 'figuritas' que por el marcador.
Aunque sin duda, su reputación quedó contaminada por aquel episodio en Hungría —del que aún se habla entre las tabernas de Székesfehérvár— que marcó un antes y un después. Un tiroteo, una larga noche y demasiadas versiones. Algunos decían que todo empezó por una simple discusión en un local de carretera. Otros, que T-Dex intentó separar a dos tipos en plena pelea y acabó en medio del fuego cruzado. Lo cierto es que cuando llegaron las cámaras, solo quedaba el humo, un coche tiroteado y un futbolista que desapareció de la faz del mapa.
Durante semanas, los tabloides húngaros se alimentaron del misterio. Se publicaron fotos borrosas, declaraciones falsas y hasta una nota anónima que afirmaba haberlo visto cruzando la frontera eslovaca en un tren de mercancías. El fútbol, cruel a su manera, le dio la espalda. Nadie quiso aclarar nada. Nadie quiso mojarse. Y T-Dex, simplemente, se evaporó.

Pasaron meses hasta que alguien lo volvió a ver. Un entrenador del juvenil del Ferencváros Torna Club aseguró haberlo reconocido entrenando en silencio, sin hablar con nadie, con una calma que asustaba. Decían que su mudez era una forma de castigarse por algo que nadie más entendía.
En una de experiencias como corresponsal en Berlín, coincidí con él y pudimos conversar largo y tendido de su paso por la baja nobleza del futbol húngaro amateur. Apasionante. Mis primeras impresiones no coincidían con las historias de su pasado. Era casi irreconocible. Quizás algo había cambiado en él.
El mismo toque, sí, pero con otro pulso. Ya no era aquel jugador de constantes destellos en ataque y desborde eléctrico. Ya entendemos qué hacía con la corriente eléctrica que escaseaba en su cabeza.
La evolución de este jugador ha acabado en lo que es ahora en Garchoides: un central con jerarquía, peso en el equipo, de mirada fría, con la serenidad de quien ha visto demasiado y aún así sigue amando el juego. “Tuvo que dejar de gustarme para volver a disfrutar”, confesó recientemente en una de mis últimas entrevistas.
Aproveché para preguntar si volvió a ver a alguien de aquella época.“Algunos sí… otros prefiero mantenerlos en la distancia. No por rencor, sino porque la vida se mueve y hay que dejar que ciertas cosas reposen con el tiempo.” - ¿Fue feliz en aquella etapa? (Pausa larga).- “Fui joven. Y eso a veces se confunde con ser feliz.”
Hoy T-Dex es otra cosa. Es el muro que se levanta cuando el rival aprieta. Es el jugador que combina potencia y pausa, la clase de central que primero te quita el balón y envía un pase entre líneas que rompe equipos enteros. En Garchoides encontró lo que muchos buscan toda la vida: pertenencia. Y si bien los viejos fantasmas siguen ahí, rondando el vestuario cada vez que El Tibias se saca su gulash de la mochila. Él mira al frente y sonríe. Porque, en el fondo, T-Dex siempre fue eso: un superviviente con mucha clase.








Gracias por dedicarme el tiempo que nunca nadie me dedicó. Orgulloso de pertenecer a este equipo de pestilentes. No puedo negar lo mal que me caen… pero la felicidad que siento cuando esta panda de borrachos salen adelante en las buenas y en las malas es innegable también.
Mi jugador favorito! Vaya dúo que forma con Tibietsk, la conexión del Este